El Boca de Falcioni se apoya en la experiencia que le dan Orion y Schiavi para bancar el cero: el puntero lleva 494 minutos sin recibir goles.
Hay que retroceder 20 años para encontrar un equipo tan sólido en el fútbol argentino. Casualmente, fue otra formación de Boca. Esa que sostenía la ilusión al ritmo de la sociedad Latorre-Batistuta, jugadas 12 fechas del Clausura 91 se mostraba firme atrás, con apenas dos goles en contra. Igual de invencible que la actual. Nadie puede saber a ciencia cierta cómo terminará esta historia, aunque el andar del puntero del Apertura da para imaginar otro final de vuelta olímpica.
Es que el 2-0 en Santa Fe agiganta todos los pronósticos. El equipo respondió a la ausencia de tres titulares de peso (Riquelme, Viatri y Cvitanich), y minimizó a Colón. Dio una muestra de carácter y firmeza. Un síntoma que se repite partido a partido. Y se refleja en las estadísticas: según el ping pong de Olé , Boca es al equipo que menos le llegan. Recibió 42 avances (promedio de tres y medio por partido), 20 menos que Vélez, uno de los que intenta dar pelea... a ocho puntos.
La forma en que recibió los goles también habla de una solidez en bloque: San Lorenzo lo vacunó en la fecha 4, mediante un tiro libre de Méndez. Lanús también le cortó el cero, tres partidos después, con un tanto en contra de Insaurralde. Ahora van cinco juegos sin festejos contrarios. A los rivales les cuesta generar un mano a mano. Y cuando los tiene, Orion responde de gran manera. El invicto en el arco se extiende a 450 minutos. Todavía está lejos de los 825’ de Navarro Montoya (récord en el club) sin recibir goles en el Apertura 92. Pero ese campeón, a la fecha 12ª, ya había ido cuatro veces a buscar la pelota adentro (acabó con 11), el doble que ahora.
La incorporación de Orion es determinante: parece un arquero hecho a la medida de Boca, con personalidad y voz de mando. Tan importante como la vuelta de Schiavi: a su alrededor, todos parecen ser defensores de 38 años y 20 años de carrera. El Flaco potencia el nivel de Insaurralde (y de Caruzzo, cuando entra). El equilibrio de Roncaglia le da libertades a Clemente. Y Somoza es el primero de los volantes en dar un mano. Los más ofensivos presionan y relevan. Y, en conjunto, se muestran invencibles.
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